Calles angostas. Casas de techos bajos y paredes gastadas. Ubicado en una zona vulnerable de la ciudad, el barrio 17 de Agosto cuenta con un club que ofrece una fuerte red de contención a 100 chicos que hoy en día generan que la institución sea mirada con orgullo por los vecinos. “Acá estamos, como podemos. No somos docentes, pero enseñamos a ser buena gente e inculcamos valores a los pibes que defienden estos colores”, relata con marcada timidez su presidente Pablo Moreira, a la par que acota, antes de bucear en la intimidad de la institución que late en la zona sur: “Hacemos todo a pulmón. Con esfuerzo. Queremos que los pibes vengan y jueguen sin presiones”.
“Estamos sin actividad por la pandemia, pero siempre tratamos de mantener las instalaciones. Hacemos lo que se puede”, desliza Moreira, quien con sus 44 años dirige el Club Atlético Infantil 17 de Agosto “desde hace siete y con mucho esfuerzo”.
El ingreso está por España al 6300. Dos hojas de chapa blancas y altas forman el portón. Una tribuna con un par de escalones de cemento y unos bancos conforman la platea que da a una de las dos canchitas de siete que hay en el humilde predio, que limita con el barrio La Granada. El trabajo social que se hace puertas hacia adentro es genuino. “La idea del club es contener a los chicos ante todo. Tratamos de enseñarles a ser solidarios. Si un pibe no tiene medias o botines, otro que tenga o no los use los comparte. Queremos que todos colaboren entre sí y aprendan. Porque eso les servirá para el día del mañana”, desprende con convicción.
“En una época normal, entrenamos todos los días a la tarde, de 18 a 21 más o menos, depende las categorías que haya. Los profes son los padres. No estudiamos, pero tratamos de enseñar y educar apelando a la realidad”, puntualiza el presidente, antes de destacar, con una sincera sonrisa: “Competimos en la liga Ardyti, y el año pasado salimos campeones con la 2007”.
La historia del club indica que está anclado en la periferia. Está expuesto a la vulnerabilidad constante. “Esta institución se fundó hace mucho y estaba en la entrada a Rosario hasta que llegó el casino y nos tuvimos que mudar", recuerda sobre los inicios.
No obstante, desde el 17 de Agosto se trata de contrarrestar a la violencia, al olvido y a la postergación con pasión, dedicación y transparencia. Muestra cuál es el camino a seguir con claridad. “Enseñamos valores como ser responsables a la hora de entrenar o jugar. Queremos que se nutran de esos valores para que perdure en el tiempo”, sostiene Moreira.
“Vienen chicos de la categoría 2008 a la 2015. Este año íbamos a presentar dos ligas en el baby, pero por la pandemia se postergó todo”, afirma antes de confesar con cierta impotencia: “Luego los pibes se deben ir a otros clubes porque lamentablemente no podemos tenerlos. No contamos con cancha de once y por eso deben buscarse otros lugares”.
A continuación, el dirigente remarca: “Gracias a Dios y a la ayuda de la Secretaría de Deporte y Turismo de la Municipalidad de Rosario, conseguimos la personería jurídica el año pasado. Ahora tenemos un fuerte respaldo para seguir trabajando y creciendo”. Dos baños, un bufé, un vestuario en construcción y dos canchitas le dan vida al club. “Los vecinos colaboran y cuidan a la vez. Nos ayudan a que nadie se nos meta. Es un esfuerzo conjunto”, expresa mientras monitorea el recinto en cámara lenta.
“Queremos que todos se sientan identificados con este club”, sostiene a modo de desafío su presidente, el mismo que llega antes que el resto, infla las pelotas, prepara los conos o ayuda en lo que hiciera falta para que los chicos solo se encarguen de divertirse. “Cuando veo que los padres a veces exigen a los chicos, ahí les decimos que así no es. Si vienen es porque deben divertirse. Tienen que jugar sin presiones. Queremos eso. Es duro porque la sociedad en sí hace que todos quieran ir un paso más adelante que el otro. Pero no. Nosotros apostamos a enseñarles a dar pases, a no protestar cuando cobran una falta, a ser solidarios. Hay otras cuestiones más importantes que ganar”, puntualiza sin dudar.
“Hace poco nos robaron el cableado, veremos cómo lo solucionamos”, reconoce con resignación pero sin bajar los brazos, en tanto vuelve a insistir en el objetivo principal de la institución: “Queremos más que nada ayudarlos para sacarlos de la calle. Que estén acá contenidos. El 17 de Agosto es la casa de los 100 chicos que vienen hoy en día”, y subraya: “Queremos sumar más pibes para seguir dando apoyo y contención”. La realidad marca que en la humilde institución de zona sur se aprende jugando.
Fuente: Aire de Santa Fe