30 de marzo de 2021
Juegos Olímpicos: la historia del rosarino Hugo Aberastegui y el orgullo de llevar la bandera
El remero de nuestra ciudad, histórico representante de Regatas, fue abanderado de la delegación Argentina en los Juegos Olímpicos de Montreal 1976. Además, participó de otras dos citas olímpicas.
El remero rosarino Hugo Aberastegui, representante del club Regatas, fue el abanderado de la delegación nacional en los Juegos de Montreal 1976, una de los tres Olímpicos de los que participó. En la previa de una nueva cita internacional, revivió aquel momento y otras anécdotas de su carrera olímpica en un mano a mano imperdible con Rosario3.
Llevar la bandera de tu país en la ceremonia inaugural de un Juego Olímpico debe ser el mayor orgullo que pueda sentir un deportista amateur. Hugo Aberastegui puede dar fe de ello.
"Participar en un Juego Olímpico es el corolario para cualquier atleta pero además salir con la bandera cuando anuncian a tu país es indescriptible. Hay una multitud de 60 mil personas vivándote. Es un orgullo difícil de explicar. Emociona recordarlo", dice Hugo con lágrimas en los ojos.
No es para menos. Sólo 20 deportistas en la historia argentina tuvieron ese privilegio y apenas tres de ellos fueron rosarinos (Juan Carlos Zabala en Munich 1936 y Luciana Aymar en Londres 2012 fueron los otros dos).
–Tuviste una carrera muy prolífica.
–A lo largo de mi carrera obtuve 144 primeros puestos, gané el Olimpia de plata, fui quinto en una Copa del Mundo y participé en tres juegos (68, 72 y 76), pero me perdí los anteriores (Tokio 1964).
–¿Por qué?
–Por haber ido a un Sudamericano a Río de Janeiro. Hacía 40 grados y cuando volví la temperatura era de 2 bajo cero. Me agarró flojo, estuve dos semanas con antibióticos y me perdí la eliminatoria interna. Me ofrecieron ir de suplente pero dije que no.
–¿No quisiste?
–No, por mi ego. De hecho, en 18 años de carrera hubo dos días en que dije que abandonaba el remo. Fue en ese momento. Pero luego el entrenador me dijo que lo piense mejor y por suerte cambié mi decisión.
–Y no te equivocaste...
–Parece que no (risas).
–¿Qué recuerdos tenés de los tres Juegos en los que participaste?
–Uno siempre se acuerda más de la primera experiencia. Fue muy bravo porque en México hay 3.200 metros de altura y fue muy difícil aclimatarnos. Teníamos dolor de cabeza permanentemente. Pese a eso no fue una mala performance porque salimos séptimos. Luego, en 1972, lamentablemente nos tocó vivir de cerca el atentado a la delegación de Israel (NdelaR: un grupo de terroristas palestinos asesinó a 11 miembros del equipo olímpico de ese país).
–Eso fue tremendo. ¿Cómo lo vivieron?
–Nos tocó de cerca porque nosotros en la Villa estábamos en unos edificios bien enfrente de ellos y una mañana estábamos durmiendo todos excepto el timonel que fue quien nos alertó del revuelo: gente con armas, corridas, gritos, helicópteros y lamentablemente la historia es la que ya conocemos. Ahí decidieron hacer un luto de un día y luego los juegos continuaron.
–¿Eso los afectó? ¿Quedaron con miedo?
–No, porque ahí se intensificaron los controles y la seguridad. Cambió la filosofía. Y ya en 1976 fue muy distinto. Nos ponían agentes de seguridad cada vez que salíamos de la Villa. Había un policía cada tres atletas.
Fuente: Rosario3